lunes, 19 de enero de 2009

Un año de idilio entre Obama y los sondeos

[Publicado en ADN.es el 3 de noviembre de 2008, el día antes de la victoria de Obama.]


Las encuestas sólo han dado ganador a McCain una vez desde que el demócrata logró la nominación de su partido y dejó de competir también con Hillary Clinton


Ésta ha sido una carrera en solitario. Desde que se mide con frecuencia la popularidad de Barack Obama y de John McCain, el candidato demócrata siempre ha tenido mejores resultados que el republicano, salvo en tres ocasiones.Y desde que Obama no tiene que lidiar con la también potentísima candidatura de Hillary Clinton, la tendencia sólo se ha invertido una vez, durante apenas una semana, por el efecto muy conyuntural de la curiosidad que suscitó en el momento de su designación la compañera electoral de McCain, Sarah Palin.

Si miramos el conjunto de decenas de encuestas que ha compilado desde enero de 2007 el instituto Real Clear Politics, una conclusión salta a la vista: u Obama consigue una victoria apabullante, o los institutos de sondeos sufren un fracaso esperpéntico. El demócrata ha conseguido hasta 8 puntos de ventaja en la media de la agencia, sin mencionar los sondeos más optimistas que le concedieron una victoria con una distancia de dos cifras.

Los tres 'bajones' de Obama, superados

Además, las tres veces en las que Obama estuvo en aprietos corresponden a dudas que el electorado parece haber superado ya: diciembre de 2007 y enero de 2008 fueron un periodo de convulsiones internacionales, durante el que el asesinato de la política paquistaní Benazir Bhutto agitaba uno de los países aliados de EEUU y clave en la seguridad mundial y el barril de petróleo superaba por primera vez los 100 dólares. La figura del republicano, veterano de la guerra de Vietnam y héroe nacional, surgía como una referencia sólida frente a la incertidumbre. Hoy, tanto en política internacional como en economía, los estadounidenses dicen confiar más en Obama que en McCain.

El segundo cruce de curvas se produce en marzo de 2008, justo cuando McCain se hace con el número mínimo de delegados para ganar la investidura de su partido. Entonces se pudo pensar que la victoria temprana de McCain le permitía ganar tiempo para hablar de sus prioridades y evitar los ataques de fuego amigo. Sin embargo, lo que ocurrió fue que los republicanos casi desaparecieron de los medios de comunicación, que se centraron en la feroz e imprevisible batalla entre Obama y Clinton. Cuando finalmente Obama ganó la investidura el 3 de junio, se distanció casi definitivamente de su contrincante, con una ventaja de entre 3 y 8 puntos porcentuales.

Sólo hubo una excepción en la insolente dominación de Obama desde su victoria en las primarias y se debe al efecto Palin, tan impresionante como fugaz. Mientras que el demócrata apostaba por la experiencia del senador Joe Biden, McCain sacó una coneja de la chistera. Sarah Palin, Miss y gobernadora de Alaska, ilusionó a los analistas y refrescó la candidatura del anciano a quien regaló cuatro puntos de ventaja; McCain llegó entonces a su nivel más alto de popularidad... durante una semana. Los medios de comunicación empezaron a interesarse por la desconocida gobernadora y las entrevistas dejaron en evidencia sus carencias en cuestiones nacionales y extranjeras. El efecto palanca de Palin pasó a ser un efecto maza: hoy el 59% de los encuestados no considera cualificada a la candidata republicana.

Estado por Estado

Asimismo, la ventaja del primer candidato negro se plasma en el mapa electoral. El particular sistema federal de EEUU hace teóricamente compatible una victoria popular (en número total de votos) con una derrota legal (en número de delegados). Pese a ello, el detalle de los sondeos Estado por Estado destruye esta hipótesis: según RealClearPolitics, los demócratas deberían conseguir este martes más del doble de delegados que McCain (278 / 132). Incluso si McCain consiguiera la proeza de hacerse con los 128 representantes hoy empatados, aún le faltarían 18. Realmente, la posibilidad de una victoria de McCain en número de delegados asociada a una derrota en número de votos sólo llega al 1,11%, según los cálculos de la web de análisis Fivethirtyeight.com.

Si los institutos tuvieran que justificar haberse equivocado durante los últimos 12 meses, evocarían probablemente el llamado efecto Bradley. Según este fenómeno electoral, la corrección política conduce a un grupo de votantes favorables a los demócratas a decir que votarán al candidato negro para no parecer racistas, aunque el día de las elecciones su xenofobia, o sencillamente sus preferencias personales, les lleven a votar por el candidato blanco. Pero el coste electoral de ser negro también lo compensa el caracter atractivo de esa posibilidad inédita.

Eso han entendido los jugadores de apuestas: entre un 70% y un 80% de ellos ya ha votado por Obama, con dinero. O sea que es teóricamente posible que gane McCain, pero no se lo creen ni los republicanos.

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